SANTA ADELA Un día desperté y era del Zaidín, desprovisto de rango y de apodos, desprovisto de medallas y de antecedentes, y de la protección de la escolta de piratas que me proporcionara un silbido. Un día desperté y era del Zaidín, y tenía las narices llenas de café en lugar de cocaína, me cago en el copón. Y había pasado una pila de años, pero, de algún extraño modo, eso era irrelevante. Un día desperté y era del Zaidín y estas botas eran mis botas, estos charcos eran mis charcos, estos eran mis bloques, estas eran mis calles, y esta era mi polla. Un día desperté y era del Zaidín, y aún me quedaban cuentas que saldar con mi interior, pero también me quedaban, todavía, palabras en los bolsillos porque seguía vivo. Palabras hermosas e imperfectas como yo. Un día desperté y era del Zaidín, y este tiempo era mi tiempo, y este tranvía era mi tranvía, y nadie conocía el puto reguero de naves quemadas, de puentes destruidos, y
Poesía. Granada. 2024.