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CANCIÓN DE BAGHEERA / Rudyard Kipling


En una jaula comenzó mi vida:
bien lo que el hombre vale se me alcanza.
¡Por el cerrojo que rompí…! ¡No fíes,
hombre-cachorro, en gente de tu casta!

Cuando la luz de las estrellas caces
busca la pista recta y no embrollada.
Ya sea en tu cubil, ya en cacería,
teme al hombre-chacal: su amistad es mala.

Si <<vente con nosotros>>, te dijeran,
<<que ganarás con ello>>, escucha y calla;
si te piden ayuda contra el débil
oye en silencio, sin jamás prestarla.

Deja la presunción para los monos:
mata la pieza, que con esto basta,
y no lo cuentes luego. En tu camino
no retrocedas, al cazar, por nada.

(¡Oh nieblas matinales! Envolvedme,
protectoras del ciervo y sus guardianas.)
¡Que el favor de la Selva te acompañe,
el del Viento, el del Bosque y el del Agua!


 

Rudyard Kipling

De El libro de la Selva, edición de Editorial Gustavo Gili, Barcelona, traducción de Ramón D. Perés.

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RÍO LARGO   Hoy he de admitir que nuestro río nunca fue muy ancho, ni muy profundo, pero sí muy largo. Solía decirse que en él era muy difícil naufragar, pero yo, lo recuerdas, siempre fui capaz de casi cualquier cosa. Nuestro río no siempre fue un río turbio, un río amargo, un río seco, un río lleno de trastos rotos. Debes saberlo aunque digas que miento. Llegará un día en el que mirarás su cauce y verás pasar todo aquello.  

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HASTA QUE LOS PERROS ME ENSEÑARON A CAZAR   Disculpa que lo deje todo a medias, pero los perros han marcado un rastro y lo he seguido, y encontré un verso, y me he rendido, me he dicho: No puedo seguir más de esta manera, sin mí, sin ti, sin nada de todo aquello hermoso que hay, ni de todo aquello hermoso que fui . Disculpa que lo embarre todo a mi paso; No fue sencillo, tuve que adentrarme por los cauces de los barrancos y por arroyos turbios, tuve que escalar despeñaderos y arrastrarme entre zarzales, tuve que matar esqueletos y chatarra con mis propias manos, tuve que demoler pueblos con esta puta cabeza. No siempre fue agradable, demasiado a menudo careció de sentido, carecí de lluvia, de fe o de esperanza. Demasiado tiempo extraviado el instinto, demasiados kilómetros con las botas puestas, el viento en contra y el puñal por si acaso, para nada. Disculpa toda esta sangre en mi ropa, toda esta mueca de espanto, toda esta demencia: